Era esto o leer a Sylvia Plath
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste de rigores, mi bien baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud constante
con sombras necias, con idilios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
De hecho, ni siquiera lo leí pues lo sé de memoria.
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